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Alejandro Groppo

 
El Populismo y lo Sublime

El tema del populismo tiene una larga tradición en la ciencia política apareciendo de manera recurrente en los estudios sobre América Latina. Parte de esta recurrencia e insistencia en pensar un tema que se introduce en el glosario de las ciencias sociales en la década del ’50 se debe a la insatisfacción creciente de sociólogos, historiadores y politólogos con las bondades explicativas del término ‘populismo’. Se ha afirmado, y con razón, que este término ha sido usado de manera polisémica y para referirse a una vasta y muchas veces disímiles experiencias históricas concretas, al punto de llegar a postular su eliminación lisa y llana de las ciencias sociales.[i] Mi punto de vista es, sin embargo, que es necesario mantener como válido el término aunque esto dependa de una ampliación de los horizontes teóricos en los que el populismo como lógica política se enmarca. Esto implica seguir el camino contrario que se ha seguido en los últimos años en los trabajos sobre populismo. Este trabajo constará de tres secciones. En la primera se discutirá lo que se denomina el mito de la especificidad, sosteniendo que es esta búsqueda lo que llevado al escepticismo en torno a la utilidad del concepto ‘populismo’ En la segunda sección se incorporará la discusión sobre lo sublime en la teoría política moderna, indicando que algunas características articulando un tipo de experiencia humana como es la experiencia de lo sublime nos ayudan a dar cuenta del proceso de identificación y/o creación de sujeto presente en la experiencia del populismo. Y por último presentaré ejemplos de cómo operó la identificación sublime en la configuración de una forma de identidad política típicamente populista como lo fue la del Peronismo.
 
 1. El Mito de la Especificidad
El problemas de los trabajos sobre populismo es haber intentado penetrar el significado inmanente del concepto, corriendo tras la ilusión de un significado profundo, absoluto, significado que puede ser traducido de manera transparente por el significante ‘populismo’. Esta búsqueda, a la que enseguida haremos referencia, ha estado animada por una mala interpretación acerca de lo que consiste la ‘especificidad’ de un término y por la posibilidad misma de que tal especificidad sea algo asequible al entendimiento. Este trabajo discute que exista una ‘especificidad’ propia y no equivalente del populismo. Por el contrario, sostiene que para comprender el fenómeno del populismo es necesario abordarlo desde una perspectiva que incorpore un marco teórico lo suficientemente sofisticado como para entender que el populismo se instala en el vasto campo de toda experiencia posible. No se intentará decir aquí que es el populismo, que es lo que lo define de una vez y para siempre sino que se escrutará que comparte el populismo con otro tipo de experiencia social como es la experiencia de lo sublime.

Es Carl Schmitt quien suele ser puesto como ejemplo de conceptualización de lo político vía su especificidad. Schmitt afirma que “se puede llegar a una definición conceptual de lo ‘político’ solo mediante el descubrimiento y la fijación de las categorías específicamente políticas”.[ii] La categoría específicamente política a la que nos remite Schmitt es la distinción amigo-enemigo. Esta definición, la mas importante en la teoría política schmittiana, es presentada por el autor a finales de la década del ’20.[iii] Lo interesante es que ya en 1923, donde Schmitt plantea la contradicción entre el parlamentarismo (o liberalismo) y democracia, el teórico alemán acercaba conceptualmente a la política con la democracia. Dicho de otra manera, cuando Schmitt define la democracia recurre a una conceptualización acerca de lo político, y su visión del reino de los intereses políticamente determinados es correlativa a su idea de la democracia como homogeneidad. Veamos esto. Schmitt sostiene:

[...] es propia de la democracia, en primer lugar, la homogeneidad y en segundo lugar, en caso de ser necesario, la destrucción de lo heterogéneo [...]. El poder político de una democracia estriba en saber eliminar o alejar lo extraño y desigual, lo que amenaza la homogeneidad. Así pues, en la cuestión de la igualdad no se trata de logarítmicos juegos abstractos, sino de la sustancia misma de la igualdad.[iv]
 
Schmitt tiene claro que el liberalismo no puede pensar la democracia partiendo de una imagen de la humanidad reconciliada consigo misma, de una igualdad y de derechos universalmente válidos, de un régimen político global basado en la idea que una “persona es igual a otra por el solo hecho de ser persona”. Tal idea de democracia global es para Schmitt lógica y empíricamente inviable, y esto por dos motivos. Primero, porque el derecho de voto universal, institución central en una democracia, solo es pensable como tal, como un derecho atribuido a personas sobre la base de algo que lo precede que no puede ser otra cosa que una igualdad sustancial previa y constituyente, una igualdad que solo es atribuible a un pueblo, esto es a un sujeto colectivo ya demarcado. Es en este sentido que Schmitt usa el término ‘homogeneidad’, como correlativo a la idea de igualdad y ambos términos, a su vez, como los dos pilares de la democracia. Para que el sufragio tenga sentido debe presuponer un círculo de iguales (comunidad). El segundo motivo que plantea Schmitt es que presuponer una comunidad de iguales, una igualdad sustancial, es también presuponer sus fronteras, lo que queda afuera de tal comunidad y es definido como lo desigual. No es posible pensar una comunidad si no se piensan sus propios límites, lo que no pertence a ella. Dice Schmitt

la absoluta igualdad humana sería una igualdad comprendida en sí misma y sin riesgos, una igualdad sin el necesario correlato de la desigualdad, y en consecuencia una igualdad indiferente y carente de sentido [...] tal igualdad absoluta no existe en ninguna parte [...] mientras los Estados de la tierra distinguen políticamente a sus ciudadanos de otras personas.[v]
 
Hasta aquí he mostrado como la idea de igualdad y comunidad son centrales para la democracia en el pensamiento Schmittiano y como estas no pueden ser sostenidas sin su respectivo correlato antagónico, la desigualdad y la heterogeneidad. Ahora veamos como ya en 1923 Schmitt avisoraba a lo político como la demarcación de fronteras, como la construcción de algun tipo de categorización por oposición a la tabula rasa liberal:

En el terreno político no se enfrentan de forma abstracta las personas como tales, sino en su calidad de personas interesadas en la política y políticamente determinadas como ciudadanos, ya sean gobernantes o gobernados, aliados políticos o adversarios, pero, en cualquier caso divididos en categorías políticas.[vi] 

Para Carl Schmitt la democracia no puede ser definida en abstracción a lo político. Si democracia implica un conjunto de iguales y esto no puede ser inteligible sin la idea misma de desigualdad, esto es, sin la demarcación de fronteras, sin la distinción amigo-enemigo, en última instancia, la democracia y la política se entrecruzan contaminándose una a otra perdiendo ambas todo tipo de ‘especificidad’ constitutiva que la defina de manera absoluta y esencial. Mi punto de vista es que, para Carl Schmitt, ‘democracia’ y ‘política’ son lo mismo por oposición a la abstracción vacua del universalismo liberal. Pero para llegar a esta conclusión hay que leer a Schmitt en perspectiva, esto es, cruzando el Schmitt de 1932 con el otro mas temprano de 1923. Su propio proyecto de lograr un ‘concepto de lo específicamente político’ se demitifica al ver que lo que lo define en 1932, estaba ya presente en 1923 en su mirada sobre la democracia.
 
Como vemos, el proyecto de búsqueda de una especificidad de los términos políticos se diluye en un campo de ambiguedad donde los significados adyacentes de los términos se yuxtaponen[vii] y la teoría política deviene retórica. El desarrollo de la teoría politica del populismo no es ajena a la búsqueda de lo ‘específicamente populista’. Precisamente a esto se debe la multiplicidad de definiciones que se han proporcionado sobre el término, y que se podrían organizar de la siguiente manera:
1. una forma de mobilización sociopolítica por la cual las ‘masas atrasadas’ son sometidas a prácticas manipulatorias y de engaño por ‘lideres carsimáticos’ a través de un programa ‘demagogico’.[viii]
2. un movimiento social complejo, multi-clasista y socialmente heterogéneo, sostenido en un liderazgo heterónomo proveniente de las clases medias y altas y con apoyo popular hacia un proyecto de tipo reformista.[ix]
3. una fase histórica en el desarrollo dependiente de la región caracterizado por características ideológicas particulares, como el nacionalismo desarrollista (Cardozo-Faletto) o como un estadio intermedio e híbrido en el proceso de modernización o transición a la modernidad (Germani, O’Donnell, Ianni).[x]
4. un conjunto de políticas macroeconomicas de tipo redistributivo, nacionalistas en contenido y altamente intervencionistas que se oponen a las políticas orientadas al mercado externo, concentran recursos económicos y reprimen las demandas populares.[xi]
5. un tipo determinado de partido político caracterizado por su base popular, conducido por elites medias y/o altas, liderazgo carismático y sin ideología precisa.[xii]
6. un modelo político para frenar la internacionalización de la economía a través del protagonismo del estado en la construcción de la identidad nacional, promover la integración de la nación y el desarrollo económico.[xiii]
7. un tipo de discurso o ideología que divide a la sociedad en dos campos anatagónicos i.e. el pueblo vs. la oligarquía o como ‘un modo específico de articulación política –la prevalencia de cadenas de equivalencia sobre la lógica de la diferencia.’[xiv]
 
No es este el lugar para discutir cada una de estas interpretaciones. Todas ellas intentan atrapar conceptualmente el fenómeno del populismo dejando de lado lo que este comparte con otros fenómenos sociales. En la siguiente sección analizaré un tipo de experiencia estética socialente extendida, la experiencia de lo sublime, para argumentar luego que en el populismo se haya implicada una forma de experiencia subliminal, propia de momentos políticos históricamente excepcionales y de una alta potencialidad subjetivadora, esto es, de formación de identidad.
 
2. Lo Sublime entre la Filosofía y la Política.
Uno de los teóricos políticos modernos mas preocupados por conceptualizar lo sublime fue Edmund Burke. Para Burke hay dos tipos básicos de ideas, las de auto-preservación y las de sociedad. Cada una de ellas esta unida a pasiones de una determinada calidad. Así, las ideas de autopreservación están sostenidas por las pasiones que involucran dolor o peligro, mientras que la ideas de sociedad está conectada a las pasiones que implican un grado de placer.[xv] Segun Burke, lo sublime es la “emoción mas fuerte que se puede sentir” y la define así:

Cualquier cosa que excite las ideas de dolor y peligro, es decir, cualquier cosa que sea terrible o verse sobre objetos terribles u opere de una manera analoga al terror, es fuente de lo sublime.[xvi]
 
De esta cita se podría concluir que lo sublime en Burke esta caracterizado de una manera directa y transparente, relacionado con el terror o lo desagradable. Pero esto no es asi. Según el filósofo irlandés lo sublime es en sí mismo algo opaco, que puede estar sujeto a una representación distorisonada y/o ambigua:

Cuando el peligro o el dolor presionan demasiado cerca son incapaces de causar algún placer, siendo allí simplemente terribles; pero a cierta distancia y con ciertas modificaciones ellos pueden ser y son algo encantador[xvii]
 
Es precisamente la distancia con el objeto lo que genera la ambiguedad de su representación y de su efecto como placer o displacer, como encantador o doloroso. Ese lugar ambiguamente intermedio del objeto sublime entre las pasiones de placer y de dolor es correlativo a su lugar indecidible entre la sociedad y la autopreservación. Lo sublime no pertenece exclusivamente ni al orden de lo socialmente regulado ni al registro de la intervención humana individual que escapa a un control externo. Es un experiencia que nombra un espacio entre lo universal y lo particular sin ser estrictamente de uno de esos órdenes sino mostrando el límite de ambos a la vez. Para hacer evidente el límite de ambos órdenes de sentido, para hacer visible ese límite, lo sublime esta mas allá del mismo, no es el punto exacto del límite sino mas alla de él. Es en este sentido que Nancy sostiene que ‘la forma, el contorno, que es la limitración, es asunto de lo bello; lo ilimitado es el asunto de lo sublime.’[xviii] Vemos entonces que ya tempranamente en el pensamiento de Burke lo sublime esta asociado a un tipo representación que en si misma es paradojal.
 
Esta misma idea de lo sublime como paradojal esta presente en Kant, quien sigue al pie de la letra las observaciones burkeanas sobre el tema, y que en la Critica del Juicio sostiene:

El sentimiento de lo sublime es, por lo tanto, la vez un sentimiento de displacer, que surge de la insuficiencia de la imaginación en la estimación estética de la magnitud para alcanzar su estimación mediante la razón y un placer que despierta simultáneamente y que surge de este juicio de la insuficiencia de la mayor facultad del sentido para estar de acuerdo con las ideas de la razón, en la medida en que el esfuerzo por lograr estas es para nosotros ley.[xix]
 
El placer paradójico de lo sublime esta dado por la insuperabilidad de la brecha que separa lo fenoménico, lo empírico, con la ideación de la cosa-en-sí. Esta brecha insuperable, la inconmensurabilidad entre lo dado y la idea, es lo que estructura toda la filosofia kantiana y es precisamente lo que Burke denominaba como la distancia necesaria a los fines de que lo sublime muestre toda su ambigüedad. Lo sublime no es un sentimiento de la armonía, de la proximidad que evoca la Idea suprasensible cuando aparece, cuando se manifiesta en un medio material, sensible. Eso es precisamente lo contrario de lo sublime y es lo que tanto Burke como Kant llaman “lo Bello”. La belleza evoca a la armonía, la certeza, el placer, lo no-conflictivo, lo no-antagónico. La forma del enunciado sobre lo bello es, como afirma Lyotard, la siguiente: “si tu dejas todo auto-interés y todas las circunstancias particulares contingentes de lado, tu debes acordar con mi juicio concerniente a la belleza de esta x”.[xx] Es por ello que para Lyotard lo bello apunta al acuerdo público, a lo que es comunicable a través de la fusión de percepciones, a lo compartido, a lo que es sostenido por deseo de un consenso libre de coerción. Sobre esto volveré mas adelante.

Por el contrario, lo sublime es lo que evoca un ‘mas allá del placer.’ Lo sublime es lo opuesto de lo bello y por tanto, es lo caótico, lo que irrumpe con la armonía y la disloca, lo que limita la certeza y subvierte el placer. No hay ningún objeto sensible, del orden de las cosas, que pueda representar y encarnar adecuadamente a la Cosa (la idea suprasensible), por lo tanto, en Kant lo sublime es la experiencia del fracaso de la representación, la experiencia de la imposibilidad de una representación pura y auténtica de la Cosa-en-si. No es la armonía lo que sostiene a lo sublime sino la imposibilidad de una armonía sensible en relación a lo que la excede. La Cosa-en-si, su dimensión y grandeza, se aprehende pero a través de la imposibilidad de ser plenamente representada. Este es el rol de la inevitable ambigüedad de lo sublime, que designa la experiencia de tal imposibilidad. Como afirma Zizek:

un objeto que evoca en nosotros el sentimiento de sublimidad nos da simultáneamente placer y displacer: nos da displacer por el carácter inadecuado que tiene en relación a la Idea, a la Cosa, pero precisamente a través de esta inadecuación nos da placer indicando la incomparable grandeza de la cosa [...][xxi]
 
Podemos trasladar esta lógica implícita en el objeto sublime hacia la lógica que estructura uno de los objetos conceptuales presentes en el discurso populista: el pueblo. El ‘pueblo’ es precisamente uno de los términos políticos que mas claramente alude a un objeto de representación total imposible. En el discurso populista, la idea de ‘pueblo’ nos traslada a una experiencia de lo sublime. ‘Pueblo’ como objeto de discurso es un objeto sublime. El pueblo, siguiendo los términos de la discusión sobre lo sublime que estamos proponiendo aquí, es la presentación del todo, la noción de ‘pueblo’ lleva la marca de ser la presentacion de la Idea (placer), pero cada enunciación del pueblo implica una partición de ese todo. Esto se ve claramente cuando se analiza un determinado discurso político y se constata los diferentes equivalentes a los que se refiere con la idea de ‘pueblo’, por ejemplo, el ‘pueblo’ como la ‘clase obrera’, el ‘pueblo’ como los ‘desposeídos’, el ‘pueblo’ como los ‘pobres’ o simplemente ‘pueblo’ como igual a ‘los de abajo’. Ese todo, ese universal que es el pueblo solo puede ser nombrado a través de ciertas características particulares o, mejor dicho, sólo puede ser significado a través de un particular social que lo especifica y le da sentido. En la brecha inerradicable entre lo inmenso e inconmensurable de lo universal (la Idea) y lo poco, lo parcial de su representación o instanciación concreta radica la sublimidad del objeto populista. El ‘pueblo’ del discurso populista como objeto sublime nos deja en una aporía/paradoja: aporía entre el deseo de presentar la totalidad tal como es y la imposibilidad de hacerlo sino a través de un particular determinado. Es por ello que el objeto sublime esta siempre estructurado en base a una falta constitutiva que la noción de pueblo viene a encarnar.

La ambiguedad, el no-lugar, el mas allá del límite son expresiones que nos ayudan a rodear, a circunscribir la lógica de lo sublime. En la Crítica del Juicio Kant describe el sentimiento de lo sublime con las famosas imágenes de eventos naturales caóticos y magníficos. Esto podría llevarnos a la conclusión que las imágenes en sí mismas de una naturaleza que nos impresiona es lo que en la opinión de Kant se acerca a la grandiosidad de la experiencia sublime. Vamos al párrafo respectivo y veamos que es importante en él a los fines de este trabajo. Kant afirma:

Nubarrones acumulándose en los cielos y moviéendose acompañados por rayos y truenos, volcanes con su todo su poder destructivo, huracanes con toda la devastación que dejan consigo [...] comparado con el poderío de todo esto, nuestra habilidad de resistir se convierte en una insignificante nimiedad. Aún así la mirada de todo esto deviene mucho mas atractiva a medida que es mas aterradora, dado que nosotros estamos en un lugar seguro.[xxii]

Aquí no nos interesa tanto la experiencia fenomenológica de la grandiosidad de una naturaleza equiparable a lo sublime, lo sublime todopoderoso e irresistible, lo sublime que nos reduce a una ‘insignificante nimiedad’, sin fuerzas ni resistencia. La constelación que aquí se nos presenta nos dibuja si como jugetes en manos de fuerzas enormemente mas poderosas que nosotros, pero también nos presenta como espectadores de todo esto, como distanciados y seguros observadores de los que ocurre ante nuestros ojos. Esta distancia, ya presente en Burke como mostrábamos arriba, sostiene la ambigüedad de la experiencia (atractiva-aterradora) y sostiene además la ambigüedad del sujeto que emerge de la experiencia sublime. El sujeto es ambiguo en el sentido que estamos al mismo tiempo ‘dentro’ y ‘afuera’, que somos tanto una ‘nimiedad’, un pequeño grano de arena en la playa como observadores ‘seguros’ de este espectáculo. Como veremos en la última sección de este trabajo, la experiencia subjetivadora del peronismo nos muestra un ejemplo de este doble movimiento, donde el sujeto político emerge por una parte como una nimiedad constituída desde afuera, ex novo y por otra parte, este sujeto mantiene un distanciamiento necesario, una capacidad de reacción, frente al primer momento instituyente. Este es el dble movimiento o los dos momentos de la subjetividad que resultan de la experiencia de lo sublime, que como decíamos arroiba, se ubica en el derrotero ambiguo entre la lógica de la sociedad y la de la autopreservación.  
 
En Burke, la ambigüedad constitutiva de lo sublime, que deriva de algo que ni puede ser aprehendido desde la pre-existencia de un concepto o una realidad ni es tampoco la Idea misma, es lo que causa asombro. Lo sublime esta presente siempre como asombro, como algo que ni es puramente fenoménico ni es puramente una Idea-en-sí. Esta ubicuidad de lo sublime es lo que lo ata a su principal efecto: la sorpresa. Dice Burke:

La pasión causada por lo grande y lo sublime […] es el asombro; y el asombro es ese estado del alma en el cual todos sus movimientos se suspenden, con el mismo grado de horror. En tal caso la razón esta tan ocupada con su objeto que no puede abaracar otro [...] de ahí el gran poder de lo sublime que lejos de ser producto de nuestros razonamientos, los anticipa y nos conmina con una fuerza irresistible. El asombro es el efecto de lo sublime en su mas alta expresión, sus efectos menores son la admiración, la reverencia y el respeto.[xxiii]
 
Porque lo sublime es asombroso? Porque es indecidible tanto desde el punto de vista del conocimiento de lo fenoménico como desde el punto de vista de la imaginación de la Idea. Es una experiencia sobre la cual no hay recursos normales para inteligir, asi, lo fenoménico no basta por ser demasiado poco y la imaginación nos proporciona un objeto al cual nunca podemos acceder. Lo sorpresivo de lo sublime tiene que ver con esta su ambigüedad.

Ahora bien, para ejemplificar este carácter asombroso de lo sublime Edmund Burke recurre a una experiencia de lo asombroso par excellance, que es precisamente una experiencia política: la revolución francesa.

La Revolución Francesa es lo mas asombroso que ha sucedido en el mundo [...] Todo parece estar afuera de la naturaleza en este extraño caos de ferocidad y ligereza, y todo tipo de crímenes se hermanaban con todo tipo de locuras. Al ver esta monstruosa escena tragicómica, las mas opuestas pasiones comienzan a emerger y, aveces, se mezclan unas a otras en nuestra mente, alternan desprecio e indignación, alternan risas y lágrimas, alternan el menosprecio y el horror.[xxiv]
 
Es claro pues que de lo bello y lo sublime se derivan porturas políticas antagónicas. Para Richard Rorty, lo sublime es lo ‘recalcitrante’ que debe ser relegado a la esfera del ironista privado. En el debate Lyotard-Habermas, Rorty toma partida por este último por ser la habermasiana una teoría política de lo Bello y no de lo sublime-caótico, estética esta que domina el pensamiento de Lyotard. Para Rorty lo sublime es correlativo de ‘lo inefable’, ‘de lo que esta mas allá de los límites’, ‘de la utilización de palabras que no forman parte del juego de lenguaje de nadie, de ninguna institución social’. Si esto es lo sublime,

las finalidades sociales se sirven, como afirma Habermas, hallando formas hermosas de armonizar intereses en vez de formas sublimes de distanciarse de los intereses de los demás [...][xxv]
 
La ‘estética de lo bello’, que Rorty ve como correctamente articulando en el pensamiento de Habermas, es la mejor forma de poner fin a la tradición de las metanarativas. Asi Rorty justifica su elección por lo bello y su correlativo rechazo por lo sublime:
El deseo de comunicación, de armonía, intercambio, conversación, solidaridad social, y de lo meramente bello desea poner fin a la tradición filosófica, porque considera el deseo de proporcionar metanarrativas como una distracción inútil de lo que Dewey llama el “significado del detalle cotidiano”.[xxvi]
 
La ambigüedad constitutiva de lo sublime como opuesta al orden de la vida cotidiana, cara al mundo de lo ordinario de los pragamatistas, es similar a lo que Georges Bataille llama ‘una experiencia de lo heterogéneo’. 

 violencia, exceso, delirio, locura, caracterizan los elementos heterogéneos [...] estos, por su fuerza o shock, resultan en una ruptura con las leyes de la homogeniedad social [...] comparado con la vida cotidiana, la existencia heterogénea puede ser representada como lo otro, como lo inconmensurable .[xxvii]
 
Lo bello remite a lo homogéneo tanto como lo sublime nos introduce en la dislocación de toda homogeneidad a través de un elemento nuevo, heterogéneo con ese orden. Esta claro a partir de lo que hemos venido planteando que lo sublime es una experiencia excesiva, que no puede ser inteligida desde el orden dado de cosas sino que remite a la precariedad de todo orden. Lo identificación sublime es una identificación por el asombro, asombro que genera un tipo de sujeto ambiguamente ubicado a la vez ‘adentro’ y ‘afuera’ de una discurso político. Como mostraré en la siguiente sección, estamos ya en el terreno mismo del populismo.
 
3. Lo Sublime en el Populismo: el caso del Peronismo.
Hemos dicho que la experiencia de lo sublime remite a la emergencia sorpresiva, a la irrupción de lo heterogéneo en un orden dado. La experiencia del peronismo es representada por los propios sujetos en esos mismos términos evidenciando una articulación sublime de esa ideología política. Veamos esto.

En la reunión del Comité Central Confederal de la CGT del 16 de Octubre de 1945, un dirigente sindical de la Unión Tranviarios, Bruno Arpesella, expresó en relación a la liberación del encarcelado Coronel Perón y a la declaración de la Huelga General
Hace falta que se declare un paro general por un tiempo determinado, el que será no contra el gobierno sino contra la reacción de la clase capitalista. La clase patronal ha declarado la guerra al Coronel Perón, no por Perón mismo, sino por lo que Perón hace por los trabajadores a los que ha otorgado las mejoras que venían reclamando y les ha dado otras que ni ellos siquiera soñaban, como el Estatuto del Peón y otras más.[xxviii]
 
Es la sorpresa articulada en una oferta política sin precedentes, en una oferta para la cual no existía demanda previa, una oferta constititutiva, lo que destacan los dirigentes sindicales en la propuesta de Perón. Es a través de la aparición de una oferta que excede lo que hasta ese momento se consideraba como ‘justo’ –podríamos decir- que los sujetos, retroactivamente, desplazan y re-piensan sus previos puntos de vistas y demandas. Es precisamente por que se nos ofrece algo que no habíamos imaginado que lo que efectivamente habíamos imaginado no era suficiente. Ese es el efecto dislocador y reconstitutivo a la vez de la oferta de Perón, que desindentifica a los sujetos de sus previos marcos ideolóogicos y los re-localiza en un marco discursivo nuevo. Es el factor sorpresa encarnado en proyecto político lo que genera un estado de mobilización social no fácilmente encausable por las instituciones existentes:
Ninguno de Uds. ignora que el momento es sumamente grave pues corremos el riesgo de perder el control del movimiento obrero que tanto trabajo nos ha costado organizar. Las masas obreras, para qué vamos a negarlo, nos están arrollando en una forma desordenada.  Si nosotros no tenemos el control del movimiento que ya se está produciendo, este en sus consecuencias se perderá y terminará en un desastre para la clase trabajadora porque será un movimiento sin control y sin dirección.[xxix]
 
La sorpresa estructurando la oferta constitutiva, la oferta sublime, generó dos gramáticas diferentes en recepción. Primero, a lo sublime se le niega toda posibilidad, toda racionalidad. El objeto sublime tiene un carácter abyecto, típico del objeto irrepresentable, visible en las diversas manifestaciones de negación de racionalidad al peronismo. El peronismo es visto como una monstruosidad política. Esta modalidad de recepción fue particularmente característica de los sectores que se oponían al peronismo:

Hemos sufrido una profunda conmoción, una revolución que puede ser descripta como disruptiva y desestabilizante. Las estructuras mismas formadas por mucho años de evolución social han sido derribadas [...] el país enfrenta una situación sumamente seria, porque mas que un gobierno constituído nosotros tenemos caos constituído en poder [...] el ignominoso fuego del caos ha engendrado un régimen del nihilismo. En su proceso de devastación y destrucción, la dictadura niega lo constituído, niega lo negativo, niega lo afirmativo, niega la negación, es puramente negativa y nihilista.[xxx]
 
A las palabras de este dirigente socialista, la Unión Industrial Argentina agregaba otras líneas concordantemente críticas al surgimiento del peronismo:
el salario es el precio equitativo del esfuerzo productivo del trabajador y debe fijarse en consonancia con las posibilidades económicas de la empresa considerándose ambos aspectos en relación a las condiciones generales de una actividad dada o las de una zona determinada [...] toda intervención universal y coactiva perturba el equilibrio y destruye las bases de la economía.[xxxi]
 
Los grupos económicamente dominantes se oponen al proyecto peronista porque este implicaba una intervención de tipo universal, disruptiva, sorpresiva, -sublime- que rompe el orden de la vida cotidiana y disloca las estructuras elementales del orden social micro. Seguía afirmando la UIA en este sentido:

La crisis esta en el ambiente. Se la percibe en el hogar, en el templo, en el aula, en la calle, en los sitios de trabajo en los lugares de esparcimiento. Una misma inquiteud lo domina todo, una sola preocupación absorbe los pensamientos, hállase perturbada la paz social y se han genereado odios que no conocía nuestra historia [...] el reciente decreto viene a producir una total subversión de la vida social y económica del pais.[xxxii]
 
En segundo lugar, los trabajadores, en sus relatos e historias de vida, verbalizan el factor sorpresa de una manera muy particular: el peronismo es construído desde el sentido común como un evento nuevo, como la introducción de un acontecimiento, de una dislocación. Esta modalidad de recepción de un evento sublime asume la forma de un ‘despertar’, del ‘amanecer’ de algo que no pertenece hasta ese momento al sistema normal de decodificación de la realidad con que los actores sociales se manejaban y consideraban como obvio:

Perón se c... a la oligarquía. Cuando él llego al poder todo cambió ya que el trabajador dejó de ser un esclavo de la gente rica. Perón despertó a los trabajadores.[xxxiii]
 
Aquí vemos el rol que juega lo sublime en la configuración de una experiencia política, generando el despertar a un nuevo horizonte imaginario, produciendo la emergencia de una identidad política nueva. En el último y excelente libro de Daniel James sobre el peronismo, basado totalmente en una entrevista de vida a Doña María, una vieja militante peronista de 1945, ella expresa lo que significó este fenómeno político de la siguiente manera:

Ellos [los patrones] dejaron de tratarnos como animales… como algo que uno usa. Comezamos a ser tratados de la manera en que se debía tratar a otro ser humano. Estos cambios los comenzamos a sentir gradualmente, pero los notamos definitivamente luego del 17 de Octubre de 1945 [...] desde ese momento notamos la diferencia.[xxxiv]
 
Si bien aquí notamos claramente el poder constituyente de subjetividad -por así decirlo- de la experiencia de lo sublime, a través de la oferta de algo que lo sujetos no habían siquiera llegado a imaginar, de un exceso implícito presente en la oferta del peronismo, también será posible entrever los efectos del distanciamiento, del ‘afuera’ que involucra también la experiencia humana de lo sublime, tal como señalabamos arriba. Este distanciamiento se percibe en la resistencia que pone en juego el sujeto, sujeto este que fue, paradojalmente, producto de una oferta constitutiva previa. Es en este juego de ‘adentro’ y ‘afuera’, necesarias para la constitución ambigua de lo sublime, que la respuesta del sujeto a la oferta sorpresiva, dislocante del discurso populista es desencadenar una particular y específica forma de resistencia, tal como la que observamos en los ejemplos que siguen.

En Mayo de 1946 Perón manda a ‘institucionalizar la revolución’ para que esta adoptara, a través de la forma partido, un formato apropiado para la competencia electoral de la democracia representativa. Se crea asi el PURN (Partido Unificado de la Revolución Nacional), que funciona como el partido oficialista y que comianza a extenderse progresivamente a nivel nacional. Ahora bien, no sería descabellado esperar de esta formación una lealtad homogénea y litúrgica al líder. Sin embargo, en el contexto de la pelea entre laboristas bonaerenses (díscolos y críticos a Perón bajo el liderazgo de Reyes) y el PURN, este último sostiene:

Es inaceptable que a la vez que se manifiesta apoyo público al General Perón por otro lado se desobedecen sus órdenes y no se acata su palabra... es necesario que quede bien claro que la única autoridad existente hoy que puede arrogarse tal atribución es este Comité Ejecutivo Nacional.[xxxv]
 
El Comité Ejecutivo de la formación política creada por Perón para institucionalizar la revolución que el mismo Perón había efectuado, esto es, su misma creación institucional antagoniza con una rama disidente en base a quien tiene precisamente ultima potestad para oponerse a Perón. Lo que esta el última instancia en disputa entre el PURN (oficial) y el laborismo disidente no es la lealtad religiosa al líder sino la legitimidad de disputarle la palabra de Perón...al mismo Perón. Este es un ejemplo, entre los tantos, en que la relación entre el líder populista y su creación o entre la enunciación populista y su recepción social, por asi decirlo, esta estructurada sobre una dehisencia, sobre un clivaje fundamental, sobre una distancia ineliminable y problemática. Hemos, al o largo de este trabajo, intentado brindar una teorización lo suficientemente sofisticada como para explicar este fenómeno y lo hemos hallado en la estructura misma de la experiencia de lo sublime.

Conclusiones
A lo largo de este trabajo no fue nuestra intención afirmar que lo sublime es populista sino mas bien algo diferente y que es precisamente que lo populista tiene una dimensión sublime que es imprescindible de aprehender para comprender su complejidad. A lo largo de este trabajo no se intento ‘ir aguas abajo’ desde el concepto de populismo sino ‘ir hacia arriba’ e intentar mostrar lo que comparte este tipo de experiencia política, tan denostada y tan extendida en la época contemporánea, con un tipo mas amplia de experiencia humana como es la experiencia de lo sublime. Sostener que la especificidad misma del discurso populista es su sublimidad y que el objeto de su ideología es en si mismo un objeto sublime solamente es algo que por ahora no podemos concluir. Queda pues el desafío de seguir ampliando el campo semántico de los conceptos a los fines de mantener siempre vigente la pregunta por su utilidad.
 

Notas
[i] Ian Roxborough indica esto en su excelente, por otros motivos, ‘Unity and Diversity in Latin American History’ in Journal of Latin American Studies 16 (1984), pp. 1-26.
[ii] Schmitt, C. El Concepto de lo Político (Folios, 1985), p. 22.
[iii]La obra ‘El Concepto de lo Político’ data originariamente de 1927 con ediciones de 1932 y 1939.
[iv] Schmitt, C. Sobre el Parlamentarismo (Tecnos, 1990), p. 12.
[v] Schmitt (1990), p. 16.
[vi] Schmitt (1990), p.16, énfasis agregado.
[vii] Es la teoría política post-analítica la que postula que el significado de los términos -y por lo tanto de las ideologías políticas- se estructuran sobre tres dimensiones: central, adyacente y periférica. Ver Freeden, M. Ideology and Political Theory (Oxford, 1996).
[viii] Germani, G. Política y Sociedad en una Epoca de Transición (Buenos Aires: Paidós, 1971).
[ix] Di Tella, T. ‘Populismo y Reformismo’ en Ianni, O. Populismo y Contradicciones de Clase en Latinoamérica (Mexico: Era, 1973) pp.38-83.
[x] Cardoso y Faletto afirman: “una ideología como el populismo desarrollista, en la cual pueden coexistir objetivos contradictorios, fue un intento de alcanzar un consenso razonable y legitimar un nuevo sistema de poder basado en un programa de industrialización que ofrecía beneficios para todos” en Cardoso, F.H & Faletto, E. Dependency and Development in Latin America (University of California Press, 1979), p. 130.
[xi] Malloy, J. ‘Authoritarianism and Corporatism in Latin America: The Modal Pattern’ in Malloy, J. (ed.) Authoritarianism and Corporatism in Latin America (University of Pittsburg Press, 1977). Malloy afirma que ‘el populismo fue un producto ideológico de una altamente burocratizada y largamente dependiente clase media latinoamericana que ve amenazada su posición social, que antes era segura, por los efectos múltiples del derrumbe del modelo de crecimiento orientado al mercado externo’, p. 8.
[xii] Angell, A. ‘Party Systems in Latin America’ en Véliz, C. (ed.) Latin America and the Caribbean: A Handbook  (London, 1968), pp. 356-364.
[xiii] Touraine, A. América Latina Política y Sociedad (Madrid: Espasa-calpe, 1989).
[xiv] Ambas visiones proporcionadas por Ernesto Laclau. La primera en Política e Ideología en la Teoría Marxista (Ed. SigloXXI, 1978) y la segunda, correlativa y completando teóricamente la anterior, en Laclau, E. ‘Populism: What’s in a name?’ en Panizza, F.(ed.) Populism and the Shadow of Democracy (London: Verso, 2004).
[xv] Burke, E. A Philosophical Inquiry into the Beautiful and the Sublime [1757] (London: Penguin) p. 86-7.
[xvi] Burke, p. 86
[xvii] Burke, ibid.
[xviii] Nancy, J-L. ‘La Ofrenda Sublime’ en Nancy, J-L.Un Pensamiento Finito (Antropós, 2002), p. 128.
[xix] Kant, I. Critique of Judgement (Oxford: Blackwell), p. 132
[xx] Citado en Jowers, P. ‘Towards the Politics of the Lesser Evil’ en Weeks, J. (ed.) The Lesser Evil and the Greater Good  (Rivers Oram Press, 1994) p. 192.
[xxi] Zizek, S. El Sublime Objeto de la Ideologia (SigloXXI, 1992) p. 259.
[xxii] Kant, I. Critique of Judgement (Indianapolis: Hackett, 1987), p. 120. Enfasis agregado.
[xxiii] Burke, p. 101.
[xxiv] Burke, E. Reflections on the Revolution in France (Penguin, 1968), p. 92-3.
[xxv] Rorty, R. Ensayos Sobre Heidegger. Escritos Filosóficos 2 (Paidós, 1999) p. 244. En otro texto el filósofo norteamericano afirma: ‘los habermasianos piensan que todo intento de ir mas allá del consenso -el intento de situar algo mas allá de la razón- es tan inútil como a los davidsonianos nos parece el intento de ir mas allá de la coherencia’ en Rorty, R. La belleza racional, lo sublime no discursivo y la comunidad de filósofas y filósofos’ en Revista Logos 3 (2001), p. 58.
[xxvi] Rorty, p. 245.
[xxvii] Bataille, G. Visions of Excess (Minesotta University Press, 1985), p. 141.
[xxviii] J.C.Torre (comp.) La formación del sindicalismo peronista. (Buenos Aires, Editorial Legasa, 1988). p.157.
[xxix] Torre, p. 161.
[xxx] Ghioldi, A. ‘La Democracia Argentina en 1945’ en Anuario Socialista 1946 (Buenos Aires: La Vanguardia), p. 7.
[xxxi] Revista Unión Industrial Argentina, n. 925, Enero 1946, p. 4-5
[xxxii] Revista UIA, ibidem.
[xxxiii] Citado en Auyero, J. '(Re) membering Peronism: an ethnographic account of the relational Character of Political memory', Paper presentado en la Latin American Studies Association, U.S.A, 1998, p. 15. Enfasis agregado.
[xxxiv] Citado en James, D. (2000) Doña Maria’s Story. Life, History, Memory and Political Identity (Durham, London: Duke University Press), p. 47. Enfasis agregado.
 
[xxxv] El Laborista, 9/7/1946
 

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