¿Qué nos inspira?


La idea de ser un cuerpo convocado en un mismo espíritu ha definido desde siempre a la Compañía de Jesús. Los primeros jesuitas entendieron que ser compañeros en una misma misión no requería, necesariamente, estar todos en el mismo lugar, ni trabajar en la misma tarea, ni mucho menos, ser todos iguales.

El tiempo pasó y la historia fue llevando a distintos lugares, misiones, discusiones, supresiones, restauraciones...

Y también a la creación de diversas instituciones y obras que dieran respuesta, por un lado, a cuestiones que los jesuitas asumieron como misión, como pueden ser los ejercicios espirituales, la educación y el compromiso con los más pobres; o bien, a las necesidades a las que urgía responder en los contextos donde estaban inmersos.

Esta expansión llevó, necesaria pero también felizmente, a encontrarse con otros y otras que se sentían, también, llamados a dedicar la vida trabajar para construir un mundo más justo. Y esto de sentirse un cuerpo unido en una misma misión fue una herencia que se fue transmitiendo con las palabras, pero también con la experiencia, a todas las instituciones y obras relacionadas a la Compañía de Jesús.

Quizás sea por esto, que los jesuitas han abrazado a lo largo de todo el mundo y con tanta fuerza, la creación y articulación de redes de trabajo entre instituciones afines, dentro de determinadas regiones y a nivel global. Porque es darle definición y organización formal ha algo que ha existido desde el inicio.

Una de estas redes es AUSJAL: la Asociación de Universidades Jesuitas de América Latina y el Caribe. ¿La conocías?

Las Universidades Jesuitas de América Latina y el Caribe desde hace años vienen intentando trabajar en conjunto. Este trabajo, de momento, no implica tanto eventos comunes, como la posibilidad de enriquecerse mutuamente, a través de programas y propuestas que se replican en los distintos países y de la posibilidad de compartir la experiencia de ser una universidad jesuita (con todo lo que ella implica) dentro de los diversos contextos que encontramos en nuestro continente.

Lo cierto es que la incidencia social, las funciones que asume y los espacios que ofrece cada una de las universidades, son muy distintos; porque los contextos, las condiciones y la historia de cada lugar y de cada universidad lo son. Esto es algo muy propio de la identidad ignaciana: saber discernir "tiempos, lugares y personas".

Sin embargo, en todas ellas podemos encontrarnos con "un modo de proceder" similar. Cosas que nos suenan familiares. O, al menos, hacia allá vamos.

Porque también, es cierto, que las universidades no son instituciones estáticas, sino que van cambiando con el tiempo. Las Universidades Jesuitas tienen, además, el desafío de que estas transformaciones busquen siempre "ser más para los demás". Y, por ser instituciones educativas, de formar personas con deseos, herramientas y competencias para serlo.

Es aquí donde pertenecer una red puede jugarnos muy a favor. Porque implica que en el camino de ir discerniendo el MAGIS, es decir la mejor versión de uno mismo, ni se está solo ni se empieza de cero. Se cuenta con un camino que otros han recorrido, que pueden acompañar, inspirar, ofrecer materiales, dar consejos, escuchar, confrontar, animar.

Las redes de trabajo no tienen, inicialmente el objetivo de recargar a quienes la integran, de un montón de tareas ni la de ser estructuras rígidas que marcan lineamientos inamovibles. Por el contrario, la idea es la de animar y potenciar lo que ya existe y promover lo que puede existir; compartiendo experiencias y sentires que, si bien son muy diferentes, están unidos por un mismo espíritu, un mismo deseo y una misma misión: la de construir un mundo más justo.



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Universidad Católica de Córdoba
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