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Conocer las nuevas generaciones

Publicado el 09/11/2018 en Educación

A fines de octubre tuvo lugar el XXIX Encuentro del Estado de la Investigación Educativa. Esta iniciativa de nuestra Facultad de Educación tuvo, este año, el objeto de debatir en torno a La cuestión docente, su formación y  la realidad educativa. Uno de sus expositores fue el sociólogo Emilio Tenti Fanfani (*), con quien tuvimos el gusto de conversar y a quien le preguntamos sobre el rol del docente y la situación de nuestro modelo educativo actual.

En un contexto como el actual, de cambios culturales y con los avances de la tecnología ¿Cuál es el rol del docente hoy?

Hoy, el trabajo del docente es el más complejo de la sociedad contemporánea. A veces lo comparo con el oficio de un médico, por ejemplo un cardiólogo, que tiene varias ventajas con respecto al maestro. Sus problemas no cambian tan rápido, las enfermedades cardiovasculares en general son las mismas pero tienen más técnicas de diagnóstico para conocer los nuevos problemas.

También más herramientas de intervención, más medicamentos. En cambio, los docentes lidian con constantes cambios. Comenzando por los alumnos, ¿qué tiene que ver un chico de 15 años de hoy con el de hace 50 años? Hace 50, 60 años no existía la adolescencia como categoría social. Hoy hay lenguaje, ropa, lugares, música, series de televisión, programas de salud propios de adolescentes. Es una nueva categoría social. Ni hablar de las nuevas tecnologías; muchos docentes no tuvieron el tiempo suficiente para adecuarse a estas nuevas irrupciones. El docente debe enfrentar, cotidianamente, nuevos problemas para el cual no hay formación previa que aguante.

¿Un ejemplo?

Uno de los problemas más señalados por los docentes es la construcción de la autoridad, en el sentido técnico, como componente inevitable para el ejercicio de la función docente. Como así también para los padres, los médicos, es decir, la autoridad en el sentido de credibilidad, de conocimiento, de respeto; sino no hay pedagogía posible. Si el docente no puede ser creído, querido, apreciado, todo lo que diga va a entrar por un oído y salir por el otro. 

Antes era la institución la que le garantizaba la autoridad, el solo hecho de ser nombrado ya era razón suficiente para ser respetado. Hoy se lo tiene que ganar y no muchos lo logran. Muchos no consiguen el respeto mínimo que antes lo garantizaba el solo hecho de estar delante de una cátedra, o incluso el mismo hecho de ser adulto. Hoy no es así, porque no es un fundamento de autoridad. Entonces hay que construir la autoridad.

¿Cómo se logra?

Yo soy sociólogo, no pedagogo pero creo que un camino para generar respeto en la autoridad, en primer lugar, es conocer los interlocutores, es decir, las nuevas generaciones. No solamente desde el punto de vista como la pedagogía tradicional enseñaba, como saber a qué edad enseñar tal cosa, sino que necesitamos conocerlos como agentes sociales, desde el punto de vista socio antropológico: cuáles son sus gustos, preferencias, pasiones, miedos, intereses. Hoy un docente, aparte de ser experto en el contenido y didáctica, debe ser un experto en jóvenes, en culturas juveniles.

Según distintos estudios, los adultos en general y los docentes en particular manifestamos un gran desconocimiento que se traduce en temor, a partir del cual se genera una actitud crítica.De hecho, según encuestas en América Latina hay una alta actitud crítica negativa con respecto a los jóvenes. ¿Cómo interpretamos esto? Bueno, como una manifestación de una tensión estructural entre viejos y jóvenes, que nosotros somos mejores y la juventud está perdida. Esto ha pasado siempre pero es preocupante que hoy sea tan dominante, se expresa en los estudios cualitativos que hacemos con los talleres docentes. Hay una frase lapidaria terrible que dice “A los jóvenes de hoy no les interesa nada”. Podrán decir que no tienen los intereses que ellos creen que deben tener pero no es que no les interese nada.

¿Y cómo hacer para que les interese lo que los docentes quieren que les interese?

Lo primero que deben hacer es desarrollar el interés. Y una de las maneras es reconociendo sus intereses para, a partir de ellos, elevarlos e incorporar demás cuestiones.

¿Ese podría ser uno de los principales desafíos que tiene el sistema educativo?

Totalmente. Hoy si no hay interés, no hay esfuerzo. El problema es que todavía muchos docentes consideramos el interés como una cualidad sobre la cual nosotros no tenemos nada que ver. Muchos docentes plantean que ellos enseñan solamente para aquellos que les interese. Para mí la ideología del interés ha reemplazado a la ideología de la inteligencia.

Antes se decía que los que aprendían eran los inteligentes, ahora todo depende del interés. Si hay un alumno que solamente le interesa el fútbol o la cumbia villera, yo como docente debo partir del fútbol o de la cumbia villera. Parto de lo que a él le interesa, no voy a decir que no vale lo que le gusta pero si demostrar que solamente con eso no va a adquirir los otros conocimientos que necesita, debe apropiarse de frutos más complejos para adquirir cultura.

¿Por dónde empezar? ¿Qué es lo primero que se debería hacer?

No estamos en el mejor contexto para ser muy optimistas. Mejorar la escuela requiere recursos. Debemos preguntarnos qué es lo que sí o sí debería aprender un joven en la escuela. Hay que redefinir el fin.

¿No está claro?

No. Hay leyes, frases hechas, que dicen que hay que enseñar a aprender. ¿Qué quiere decir? Es muy lindo para el discurso pero ¿cómo se implementa? Yo creo que hay que enfatizar dos grandes competencias. La primera es la competencia expresiva, no solo lingüística, sino para darle forma a nuestros sentimientos y aprender a comprender los mensajes de otros. Orales, gestuales, por escrito, con imágenes, en sentido amplio. Y el otro lenguaje, que es el artificial, es el de cálculo. No puede ser que en la muestra PISA, después de 15 años de escolaridad, se demuestre que los alumnos no tienen competencia expresiva.

Para mí la razón es porque ese no fue el objetivo central de la escuela. El currículo escolar ha sido recargado de contenidos. En Mendoza deben estudiar la historia del vino, luego se incorporan los derechos humanos, laprevención de la anorexia, la ecología, etc. Por eso debería haber dos grandes objetivos transversales: primero la expresión lingüística para luego apropiarse del cálculo. El desarrollo de la capacidad expresiva ayuda para avanzar en todas las demás actividades. Todo tiene que ver con la comunicación. La señorita de lengua es la que más forma, visto incluso como formación laboral. La mayoría de los trabajos que se crean requieren esta habilidad pero la escuela no lo ve así, solamente se enfoca en lo técnico.

¿Hay algún caso para mirar, para aprender?

No sé de casos en particular pero la tradición europea muestra gran capacidad expresiva, de lectura. Un bachiller europeo tienen un gran nivel de discursividad. Porque se le da importancia.

¿En este contexto, qué le toca a las universidades, cuál es su rol?

El gran problema es que hoy los chicos no han heredado capital cultural en su casa. No es lo mismo una casa con bibliotecas, con la costumbre de los cuentos de noche, que agrega lenguaje, con los que no lo han tenido. La universidad da por sentado que todos vienen con esa base pero no es así. La universidad tiene que darle una nueva oportunidad a aquellos chicos, tiene que brindar herramientas y competencias como enseñar a subrayar, a resumir, a sacar apuntes. De eso dependerá también, en gran medida, la disminución de la deserción.


(*) Emilio Tenti Fanfani es Licenciado en Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Nacional de Cuyo y Diplôme Supérieur d’Etudes et Recherches Politiques (Tercer Ciclo de la Fondation Nationale des Sciences Politiques de París, 1968-1971). Es consultor de la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos) en la UNIPE (Universidad Pedagógica de la provincia de Buenos Aires) y se desempeña como profesor titular de Sociología de la Educación en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

Fue investigador principal del Conicet, y docente e investigador en diversas universidades y centros de investigación de Colombia, México, Francia y Argentina. Ha sido consultor de Unicef-Argentina y del IIPE-Unesco para América Latina. Ha publicado, entre otros, La escuela y la cuestión social (2011), Nuevos temas en la agenda de política educativa (2007), El oficio de docente (2006) y La condición docente (2005).

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