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Decisiones al final de la vida

Publicado el 16/09/2019 en Noticias UCC

En el marco de la Semana Provincial de la Bioética que se desarrolló del 12 al 18 de agosto en el Centro Cultural Córdoba, nuestra Universidad invitó a uno de los oradores más destacados. Se trata de Ignacio Maglio, abogado, diplomado en Salud Pública, jefe de la sección Riesgo Médico Legal del Hospital Francisco Javier Muñiz, coordinador del Servicio Jurídico de la Fundación Huésped y coordinador del Comité de Bioética del Sanatorio Finochietto.

Conversamos con él sobre el tema de su charla bajo el título Decisiones al final de la vida.

Es uno de los temas controvertidos con opiniones dispares y mucha reticencia. ¿Cómo lo aborda usted en su charla?

La idea de la charla es reflexionar sobre las distintas formas de morir y sobre la muerte misma, un tema central para la bioética y para la comunidad, y del que, sin embargo, nos cuesta mucho hablar porque tiene una carga simbólica importante. Somos la única especie consciente de que vamos a morir y, sumado a esto, se estima que entre el 60 y el 75 por ciento de la población argentina va a morir de una condición crónica avanzada. Entonces, considerando que es probable que la muerte no sea un suceso rápido, se trata de que nosotros podamos reflexionar previamente sobre nuestros deseos, convicciones y preferencias a la hora que esté próxima.

¿Qué posibilidades concretas existen en nuestro país para dejar plasmadas estas voluntades?

Argentina desde hace muchos años tiene vigente una Ley de Derechos del Paciente, y una modificación del Código Civil desde el año 2015 que establece esta posibilidad de formular directivas anticipadas. Pero a pesar de que está la ley, hay una falta de materialización concreta de este derecho que es el derecho a morir con dignidad. Creo que es un derecho difícil porque hay toda una cultura de ocultamiento de la muerte y de los procesos de morir.

En Córdoba en particular hay una ley que es específica para el registro de voluntades anticipadas y que fue muy cuestionada en su momento. Ya fue modificada y posiblemente se vuelva a modificar.  Se le fue buscando la vuelta para ver cómo hacer para implementarlo y para que sea operativo, pero sigue habiendo dificultades.

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Ignacio Maglio

¿Qué falta para poder materializarlo?

Lo que falta es promoción comunitaria para que la gente sepa que puede hacerlo; que no es costoso; que no se requiere de escribano ni ninguna formalidad. Simplemente con una declaración frente al médico tratante y un testigo (que puede ser un familiar), uno puede llevar adelante una planificación de directivas anticipadas para que nadie tenga que tomar esas decisiones por nosotros cuando quizás, nuestra autonomía se vea reducida. Lo ideal es que esa decisión sea personal y que se respeten esas convicciones tan íntimas y profundas.

¿Cuáles son las causas?

Obedece a múltiples causas, la cultura como fenómeno totalizador de cualquier comunidad obedece a muchos aspectos: económicos, sociales, políticos y culturales. Desde el punto de vista del Derecho también puede haber una suerte de ocultamiento. Lo que se denomina como síndrome judicial o el miedo al juicio o el terror a la mala praxis promueven en nuestro país lo que yo denomino una tragedia sanitaria que es la medicina defensiva, es decir hacer las cosas en beneficio propio y no estar al servicio del paciente y esto en los finales de vida promueve lo que se denomina la obstinación o empecinamiento terapéutico que consiste en prolongar una agonía de forma penosa, gravosa y absolutamente injustificable e indigna por temor a la responsabilidad médica o al síndrome judicial.

¿Cree usted que llegará un día en que el delito sea prolongar esa vida sin esperanza de una mejoría?

Creo que la prolongación artificial de una vida, algún día tendrá un sentido claro de mala praxis. ¿Dónde puede haber dignidad en intentar curar lo incurable? Por eso nosotros hablamos sobre el límite de las palabras, también para reflexionar. Ya no se habla de limitación del esfuerzo terapéutico sino de adecuación. Porque la palabra limitación puede tener una carga negativa: no es lo mismo decir "hasta acá llegamos" que "hasta acá hicimos esto, pero ahora deberíamos hacer otras cosas" . Me refiero a aliviar el sufrimiento y acompañar.

Y algún día quizás en la Argentina se deba dar también la discusión sobre la eutanasia y la asistencia al suicida. Hemos comprobado que los cuidados paliativos a veces no funcionan como un antídoto contra la eutanasia. Mucha gente a veces pide morir porque no hay una alternativa disponible para una propuesta digna de acuerdo a las perspectivas de esa persona.  

En Latinoamérica, el único país que acaba de legalizar la eutanasia es Colombia, y yo planteo que así como se dio un debate adulto y responsable sobre la interrupción voluntaria del embarazo, también deberíamos dar un debate sobre la interrupción voluntaria de la vida.

¿Qué mensaje les daría a los futuros y futuras profesionales?

Conviene recordar que ninguno de nosotros tuvo la posibilidad de ejercer el derecho de decidir dónde nacer, pero tenemos el derecho fundamental de decidir dónde y cómo morir. Creo que de este derecho nadie se puede apropiar. Tanto para los estudiantes de Medicina como los del Derecho les diría que hay que evitar tanto la medicalización como la judicialización. Que morir se transforme en una experiencia natural sin excesiva intervención ni de médicos ni de abogados, ni escribanos.

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