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Emblema de una lucha

Emblema de la lucha contemporánea por la igualdad social y económica, la paridad en la participación política y el reconocimiento de su potencialidad para el protagonismo público.

Cuando uno repasa a nivel internacional los sucesivos hitos de la lucha de las mujeres por la igualdad de derechos y el reconocimiento de sus legítimas demandas para que ellos se hagan efectivos, toma cuenta de dos cuestiones fuertemente sensibles.

Por un lado, la lucha centenaria e incansable por la adquisición, conservación y ampliación de derechos que las mujeres han sostenido en las diversas geografías políticas, económicas y socioculturales que caracterizan la división territorial en países, tal como ha ido configurando la modernidad en proceso. Esta diversidad contextualiza una marcha desigual del posicionamiento de la mujer mostrando progresos notorios de la igualdad de géneros en sociedades más desarrolladas, mientras subsisten en otras sociedades estructuras y culturas altamente resistentes a la equiparación entre varones y mujeres.

Por otro lado, si bien se reconoce –considerando la diversidad antes señalada- que no son pocas las conquistas logradas por las mujeres y para las mujeres, aún permanecen importantes focos y situaciones de discriminación que afectan la igualdad completa de derechos, incluso en sociedades donde éstos han tenido importantes avances.  

En promedio se estima que una mujer cobra 27% menos que un hombre aunque haga el mismo trabajo. En el mercado informal, la brecha es aún más grande y la desocupación golpea más a las trabajadoras mujeres. Además la carga que significa para las mujeres el "trabajo doméstico no remunerado" (el 76% de éste es realizado por mujeres), producto de la creencia de que toca a las mujeres cuidar a los chicos, a los adultos mayores, cocinar, limpiar y la administración del consumo en el hogar.  De acuerdo a datos del Indec, en Argentina las mujeres destinan el doble de tiempo que los hombres a hacer las tareas domésticas y de cuidado. Según la ONU, las cifras en relación a la situación de la mujer son abrumadoras. Unos 15 millones de niñas nunca aprenderán a leer y escribir, 300 mil mujeres mueren cada año por causas relacionadas con el embarazo y en América Latina, 124 mujeres viven en extrema pobreza por cada 100 hombres.

La insuficiente presencia de la mujer en el poder, su baja posición como tomadora de decisiones, la desigualdad en su desarrollo económico y social, las remuneraciones disímiles con los hombres por un mismo trabajo, los continuos abusos físicos y sexuales a los que están expuestas y la cifra preocupante de femicidios y casos de violencia de género, marcan la necesidad de que las mujeres sigan profundizando la organización de sus demandas, se consolide como política de Estado la promoción de acciones y provisión de herramientas para fortalecer la posición de los colectivos de mujeres en el espacio público,  se concienticen varones y mujeres de persistir en esta lucha, sin duda orientada a una sociedad más justa y hermanada.

Se ha avanzado en estos 110 años desde las grandes movilizaciones que se iniciaron en la ciudad de Nueva York, donde las Mujeres Socialistas –tras una declaración del partido en Estados Unidos conmemoraron por primera vez el Día Nacional de la Mujer. Era el 28 de febrero de 1909 y más de 15.000 mujeres salieron a la calle para reivindicar mejores salarios, reducción de la jornada laboral y el derecho al voto. Pero aún tenemos mucho camino por recorrer.

Este viernes 8 de marzo se conmemora nuevamente el Día Internacional de la Mujer, declarado oficialmente por la ONU en 1975, mientras como sociedad seguimos teniendo una gran deuda pendiente en relación a equidad de género que sintéticamente significa igualdad social y económica, paridad en la participación política y el reconocimiento de la potencialidad de la mujer para el protagonismo público.

Por la Dra. Martha Diaz Villegas de Landa, decana de nuestra Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales