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Entre el fuego y el bosque

Publicado el 10/01/2020 en Noticias UCC

Los incendios forestales que azotan a Australia desde octubre de 2019 han alcanzado dimensiones extraordinarias superado cualquier registro y pronóstico.

La intensa sequía que aqueja al país desde 2017, las altas temperaturas registradas en los últimos meses y los fuertes vientos hacen que esta temporada de incendios sea de proporciones devastadoras, nunca antes vistas.

Este tipo de fenómenos se han transformado en un problema ambiental en todo el planeta, debido a su mayor frecuencia y elevada intensidad. Así, podemos citar como ejemplo más próximo lo sucedido en la Amazonía durante la segunda mitad de 2019.

 

Cinco impactos ecológicos

*Por Raúl Candela. Ingeniero Agrónomo y Magíster. Profesor Titular de Silvicultura – FCA y UCC.

Australia es un país isla con una mayoría de superficie desértica o semiárida y minoría de suelos fértiles, además de poseer un sistema hidrológico muy pobre. Las características de los hábitats y climas y su aislamiento geográfico del resto del mundo han hecho que allí se desarrolle evolutivamente una flora y fauna únicas.

Los impactos ecológicos de estos incendios son innumerables, pero vamos a centrarnos ahora brevemente en algunos de ellos. El primero es la liberación a la atmósfera de grandes cantidades (miles de gigatoneladas) de dióxido de carbono (CO2) en forma rápida. Este gas es uno de los principales causantes del efecto invernadero. La vegetación australiana y fundamentalmente sus bosques de eucaliptus y acacias fijan en ellos grandes cantidades de carbono ayudando a disminuir el crecimiento del efecto invernadero. Los incendios hacen que este carbono retorne a la atmósfera en forma de CO2. Estas plantas están adaptadas al fuego, pero cuando es tan fuerte, no logran reponerse ni por rebrotes ni por semillas.

El segundo desastre que podemos nombrar es la enorme pérdida de biodiversidad vegetal, animal y de microorganismos. La biodiversidad genera las interacciones y los procesos naturales que regulan la vida adaptada a distintos ambientes y a su vez es fuente de recursos para el ser humano. Se han quemado alrededor de seis millones de hectáreas y han muerto cerca de 500 millones de animales. Dentro de estas pérdidas hay vegetación nativa e implantada y animales salvajes y domésticos, muchos de los cuales solo existen en Australia y dependen casi exclusivamente de los bosques para vivir y que ahora están en peligro de extinción.

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Tercero, la degradación de suelos. Incendios de estas magnitudes generan pérdida de fertilidad de suelos (eliminación de materia orgánica, muerte de biota de suelo, perdida de fertilidad química y física, etc), no solo de suelos de bosques sino también de las tierras agrícolas que se han visto gravemente afectadas. Estos suelos a su vez quedan expuestos a la erosión hídrica y eólica, y las cenizas arrastradas por el viento y el agua generan contaminación del aire y de las fuentes de agua dulce.

En cuarto lugar, existe un problema latente y es el aún impredecible impacto que este desastre pueda tener sobre la Gran Barrera de Coral Australiana, el mayor arrecife de coral del mundo, patrimonio de la humanidad, un ecosistema que alberga miles de especies y formas de vida y que ofrece equilibrio y protección física y biológica a los mares e islas circundantes. Tanto el calentamiento global como estos acontecimientos catastróficos cercanos la exponen gravemente.

Por último, y lo más importante, es que se está viendo seriamente afectada en forma directa e indirecta la propia vida humana. Al menos 24 personas han perdido la vida y 1.600 casas han sido consumidas por las llamas. Las zonas denominadas de interfaz urbano-forestal, son particularmente vulnerables ya que en ellas se concentra el mayor número de viviendas calcinadas, con el consecuente riesgo para la población. Los problemas mencionados no sólo tienen graves consecuencias para los hermanos australianos, sino que seguramente atravesarán fronteras y en cierta forma habrá impactos en todo el planeta.

 

Gestionar el riesgo

*Por Silvia E. Fontana. Especialista en gestión del riesgo de desastres. Profesora e investigadora de nuestra Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales.

Estos megaincendios, denominados de sexta generación, son ocasionados por la aridez extrema que se presenta como consecuencia del cambio climático. Uno de los analistas de incendios más reconocidos del mundo, Marc Castellnou**, sostiene que estos megaincendios liberan tal cantidad de energía que modifican la meteorología de su entorno provocando tormentas de fuego.

A su vez, la urbanización de los bosques es uno de los factores de vulnerabilidad que inducen al riesgo de incendios que, si no son analizados como tales y se toman las medidas correspondientes para minimizar los impactos, ponen en riesgo no solo a la población sino también al desarrollo alcanzado.

Estamos habituados tan solo a percibir las secuelas directas e inmediatas que provocan este tipo de desastres, pero minimizamos aquellas indirectas y mediatas que se materializarán en un futuro no muy lejano.

Argentina no está exenta de este tipo de fenómenos, pero es de destacar que nuestro país cuenta con un Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (SINAGIR). Este contempla el Sistema Nacional de Manejo del Fuego que funciona operativamente para reducir el riesgo de incendios forestales como para atenderlos en caso de que se produzcan.

Más allá de que es imposible eliminar este tipo de eventos, es importante comprender que trabajar en la gestión del riesgo de desastres permitirá reducirlos y mitigar sus consecuencias en caso de que se materialicen.


**CASTELLNOU, M. (2018). "Los incendios de sexta generación son más difíciles de controlar y afectan a medio planeta". En: La Vanguardia, la actualidad del medio ambiente, 17 de agosto de 2018.

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