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Malvinas

Publicado el 03/04/2018 en Actualidad

El latente recuerdo de los veteranos y caídos de la guerra de Malvinas se reaviva cada 2 de abril, y constituye una distinguible presencia que difícilmente se desvanezca de la memoria colectiva del pueblo argentino. Hoy, 36 años después, se conmemora este día saldando una deuda histórica en el marco del esfuerzo humanitario por rescatar la identidad de los combatientes de 1982.

Como todos los años, la fecha nos obliga a reflexionar sobre los esfuerzos que se han realizado a la luz de lo que, sin duda alguna, se ha convertido hace tiempo ya en una política de Estado. Basta con retomar la disposición transitoria primera de la Constitución Nacional de 1994, por la cual se establece que “la Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional”.

La consecución de este precepto constitucional, no obstante, ha encontrado matices en su ejecución bajo los sucesivos gobiernos que han regido nuestro país en las últimas décadas. Durante los mandatos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández predominó una postura sumamente rígida en cuanto a la necesidad de entablar un diálogo con el Reino Unido en lo referente a la soberanía de las islas. Evidencia de ello son los reiterados reclamos en organismos y foros internacionales, instando a las autoridades británicas a respetar las múltiples manifestaciones en apoyo a la negociación entre las partes -entre ellas, la Resolución 2065 de la Asamblea General de las Naciones Unidas-.

Con la llegada de Mauricio Macri, se instaura una posición más conciliadora. En el marco de una política favorable a la apertura y al acercamiento a las potencias occidentales, imprime en la política exterior hacia los británicos cierto sesgo que aparta –sin abandonar el reclamo- la cuestión “Malvinas” de la mesa para priorizar la discusión sobre otros ejes, especialmente el fortalecimiento de las relaciones económicas.

El contexto en el cual se reflexiona el problema de la soberanía también ha mutado. Gran Bretaña se enfrenta al desafío de reinsertarse al mundo por fuera de la Unión Europea tras el fenómeno del Brexit. Se impone la necesidad de diversificar sus relaciones y salvaguardar su reputación frente a los isleños, perjudicados por la pérdida de beneficios que acarrea una ruptura con la UE (disminución de transferencias pecuniarias y cambios en las condiciones de inversión petrolífera). Si bien el escenario es de incertidumbre, no se deben descartar las potenciales ventajas que se le presentan al gobierno argentino. Se podría, incluso, encontrar en los países europeos afectados nuevos aliados afines a la concreción del diálogo.

Nos enfrentamos, entonces, al dilema de dirimir cuál de estos lineamientos políticos resultan más efectivos en torno al objetivo de abrir la puerta a la negociación. Una actitud confrontativa, característica de los gobiernos previos, aprovecharía oportunamente las trasformaciones de la realidad británica. Sin embargo, puede también operar en un sentido disuasivo. Hay que recordar que el Brexit vino acompañado de un marcado nacionalismo, lo cual podría poner trabas a una política más ofensiva hacia el Reino Unido. A esto se suma el recelo de los isleños a raíz de las medidas del gobierno anterior que obstaculizan la explotación de los recursos de las islas, en especial las actividades hidrocarburíferas.

Por otro lado, la postura diplomática del gobierno de turno parece augurar mayores adeptos al diálogo en la cúpula extranjera. Sin embargo, sería imprudente reconocer en esta actitud una señal positiva. La idealización del acercamiento puede provocar una “desmalvinización” de las relaciones con Gran Bretaña, más aún si se espera de Argentina cierta reciprocidad frente a la predisposición británica al diálogo. Se debe reconocer la necesidad de condicionar este acercamiento a una negociación en torno a la soberanía. La solución recaerá, en última instancia, en los responsables de definir la política exterior a seguir en los próximos años. Mientras tanto, el reclamo soberano continúa. 


Por Franco L. Aguirre. Licenciado en Ciencia Política. Docente de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UCC. Becario de CONICET. Doctorando en Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de Rosario.

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